A las 4 de la mañana partíamos desde Bilbao Urko, Álvaro, Jabo y yo dirección a Asturias con intención de escalar el famoso Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes). Después de unos cuantos kilómetros y algún que otro redbull, nos plantamos (todavía de noche) en el collado Pandébano, en el que preparamos todo el material y comenzamos a subir hacia el Naranjo con el sol saliendo a nuestras espaldas.
Al cabo de unos minutos de comenzar a andar, la ansiada cumbre comienza a asomar en el horizonte.
Foto, foto y foto, pero los cacharros pesan y todavía nos quedan un par de horitas para llegar a la base de la pared, así que seguimos tirando para arriba.
Cuando llegamos a collado Vallejo el Picu nos muestra su cara norte y parte de la oeste en todo su esplendor.
A partir de aquí la aproximación se hace cada vez más bonita, y va discurriendo entre bloques de una caliza excepcional en la que no podemos evitar meter friends y fisureros en cualquier grieta que nos vamos encontrando por el camino.
Tipi-tapa tipi-tapa, vamos ganado altura y cada vez vemos nuestra meta más cerca.
Subimos por las pedreras del canal de la Celada y a las 10.30 estamos a pie de vía en la cara este. Aquí es donde empieza realmente la odisea... el frío y unos vientos racheados de 80 y 90 km/h hacen retirarse a varias cordadas que estaban antes que nosotros, así que Jabo (que era el jefe de nuestra expedición) decide que mejor intentarlo por la cara sur.
De nuevo a pie de vía nos cruzamos con más cordadas que se retiran ya que caían piedras del anfiteatro y resultaba imposible escalar por la cara sur.
Tras varios minutos sentados en la base de la cara sur discutiendo qué hacer decidimos votar y mientras que Urko y yo apostábamos por subir por la Cepeda en la cara este, Jabo y Álvaro prefieren bajar ante las condiciones que se nos presentaban. Finalmente como el amigo Jabonetas (un ochomilista curtido en mil batallas) es el jefe, y aquí "o follamos todos o la puta al río" tiramos todos para abajo con un dolor tremendo en el alma y ya casi ni ganas de echar la vista atrás. Impotencia y rabia.
La bajada ya la hicimos mucho más tranquilos puesto que no teníamos ningún tipo de prisa, así que de paseo por el monte y haciendo nuevos amigos por tierras asturianas.
Llegamos al coche con la pena de no haber cumplido nuestra misión y con la sensación de haber ido hasta allí para hacerle kilómetros a la cuerda y a los cacharros... pero el Picu va a estar siempre ahí, así que el año que viene tendremos que ir dos veces para saldar nuestra deuda.
Una vez en Arenas de Cabrales, parada obligatoria para comprar un buen queso que llevar a casa y vuelta para Bilbao.
De lo malo malo, Álvaro y yo habíamos estado el día anterior en Baltzola probando el 8a+ del techo de la Topofurer así que por lo menos ese fin de semana algo habíamos escalado y nos dolía un poco el cuerpo...
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