Ya habíamos comentado algo el lunes entrenando, pero el miércoles lo confirmamos: el sábado volvíamos a Asturias a sacarnos la espina que teníamos clavada y escalar por fin el Naranjo de Bulnes. Las predicciones meteorológicas eran bastante buenas: poco viento (el principal motivo por el que retrocedimos la semana pasada) y eso sí, mucho frío.
Álvaro se marchaba a Albarracín a hacer bloque y Jabo tenía una compe en fiestas de un barrio de Barakaldo, así que allá vamos, Urko y yo, la cordada loca, dispuestos a coronar la cima del Picu Urriellu.
La planificación era la misma que la anterior: me despierto a las 4 de la mañana y a y media estoy de camino a Torrelavega para ir a  buscar a Urko que había pasado la noche allí.
A las 8 nos plantamos en el collado de Pandébano y comenzamos la aproximación, en la que nos encontramos con un barrizal que ni en los mejores días de Baltzola...
Poco a poco va amaneciendo y el día se va despejando.




Llegamos a collado Vallejo, paradita para beber agua, foto al Picu y rápido para arriba... ¡nos pueden las ganas!


Seguimos la caminata subiendo entre los bloques de caliza y como no, foto obligada a los ya míticos charquitos rojos del camino... en honor a nuestro querido compañero Jabonetas.


Poco a poco nos vamos acercando al canal de la Celada, siempre con nuestra meta frente a nosotros.



Por fin llegamos a la cara este y a la base de la Cepeda. Detrás nuestro venía otra cordada de asturianos que ya habían subido por la vía en otras ocasiones, por lo que decidimos dejarles pasar pensando que ellos podrían ir más rápido. Mala decisión, estuvimos más de una hora esperando para poder escalar el primer largo, así que nos dedicamos a hacer fotos y a esperar.



¡Plom! ¡Plom! primera piedra (por llamarlo de alguna forma, porque era un pedazo de pedrusco...) que cae muy cerca nuestro, así que ya nos vamos poniendo en situación. Como decía Urko: "pasaban las piedras al lado mío que iban silbando".

Comenzamos la escalada, la caliza es magnífica y los cacharros se quedan en cualquier sitio sin apenas esfuerzo. Alejes de 8,9 y hasta 10 metros, pero la calidad de la roca es tal que no le damos mayor importancia. Los gatos agarran hasta en la más ínfima adherencia y eso que tanto Urko como yo llevamos los de entrenar y no los de escalar en roca.
Seguimos ascendiendo, pero el ritmo caribeño de la cordada de delante nos hace tener que esperar antes de cada reunión.

Llegando a la R3

Asegurando desde la tercera reunión de repente veo que algo cae desde arriba, ¡una piedra! pienso, pero caía muy lentamente y cuando pasa cerca me doy cuenta de que es la funda de la cantimplora de Urko, si es que estamos que lo tiramos... 

A partir del cuarto largo, la cordada asturiana que iba por delante decide cambiar de vía, dejándonos así la Cepeda completamente libre para nosotros. Miramos el croquis para no salirnos de la línea y subimos como aviones tanto el quinto largo así como la travesía que cruza toda la pared de derecha a izquierda.

 
           En la R5, siempre con mi Athletic y el pañuelo de jaias de Santutxu

Urko llegando a la R5

Llego a un pequeño nicho en el que no encuentro ninguna reunión mínimamente decente, pero veo un clavo, así que lo refuerzo con un friend bastante grande (camalot del 2 creo...) y sube Urko que le toca hacer el séptimo largo. Para estas alturas del día, el sol ya esta en la cara sur, por lo que estamos metidos de lleno en la sombra, si a eso le añadimos las rachas de viento, el resultado es que hacía un cuto de hor dago. Es aquí cuando me quedo literalmente congelado. El séptimo es el más largo de la vía (unos 56m) y además Urko se ha liado un poco. Yo me tumbo en la reunión intentando evitar el viento que me esta helando. Cuando por fin llega al final, tiro para arriba como si no hubiera un mañana sin casi mirar donde pongo ni los pies ni las manos, pero de lo malo malo entro en calor. Con los dedos todavía algo insensibles por el frío, me dispongo a afrontar el último largo que empieza con el temido paso del "rompetobillos". Se trata de un diedro-fisura que está completamente pulido y en el que las manos se escurren con bastante facilidad, sin embargo no se trata mas que de un V+ (algunos dicen que 6a) y además hay dos cordinos (uno en un puente de roca y otro en un buril) y un fisurero que no sale de ahí ni con un piolet, vamos, que está cosidísimo (por lo que en caso de duda se puede acerar bastante fácilmente). Tras superarlo sin mayor problema, subo hasta el agujero que conecta con el anfiteatro sin meter ningún seguro más. Más o menos me habían comentado como entrar por ese angosto agujero, con las piernas por delante, así que después de arrastrarme un poco le aseguro a Urko. ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¡¡Cómo me arrepiento de no haberle grabado intentando pasar el agujero... jajaja!! Se quedó encajado, ni para adelante ni para atrás, jaja, vuelta a empezar, una pierna por delante, luego la otra, ¡no me ayudes que yo puedo solo! jaja, espectáculo garantizado...

Una vez en el anfiteatro dejamos las cuerdas y los cacharros. Jabo nos había comentado que para subir a la cima teníamos que coger de los tres canales que hay, el de más a la izquierda. Ni idea. Tiramos por el que nos dio la gana y después de unos 5 minutillos trepando con el patiazo de la cara sur a nuestros pies, llegamos a la arista cimera y desde ahí a la cumbre del Picu.


A pesar del frío (2ºC de máxima a 2519m) y el viento, nos quitamos la camiseta para hacernos la foto de gudaris y así dejar constancia de nuestra primera ascensión al codiciado Naranjo de Bulnes.


Decían que había una virgen de piedra o no se que en la cumbre, pero nosotros no vimos nada. Seguramente alguien le habría comentado que por la Cepeda subían dos locos de Bilbao y la virgen (que no quería dejar de serlo) escapó.

Destrepamos de nuevo por el canal que habíamos subido, recogemos todo el material y a buscar los rápeles de bajada. Vemos una cadena y a por ella que vamos. Se supone que en 3 rápeles de 60m te plantas en la base de la cara sur, pero nosotros tuvimos que hacer 4 (los dos primeros de 30m más o menos, así que seguramente nos podríamos haber ahorrado uno intermedio). El último de todos los rápeles no se si era o no un rápel propiamente dicho, porque nos descolgamos de unos cintajos atados en un puente de roca; aunque sin mayor problema.
Desde ahí vuelta a la cara este para recoger las mochilas que estaban a pie de vía y vuelta para el coche. Eso si, bajando por las interminables pedreras del canal de la Celada se nos hizo completamente de noche (bendito frontal) así que el regreso al coche lo hicimos en la más completa oscuridad. A las 22.30 estamos en el parking, tarde, pero merece la pena estar aquí y contemplar el cielo estrellado de los Picos de Europa. Montamos en el coche hasta Torrelavega y desde allí me vuelvo yo solo para Bilbao a golpe de redbull.