Este fin de semana tocaba subir al Naranjo sí o sí. Después de las vacaciones y de varios planes frustrados por el mal tiempo, parece que nuestros queridos Picos de Europa por fin se apiadan un poco de nosotros y nos regalan un fin de semana de buen tiempo: nada más lejos de la realidad, en cuanto aparcamos en el collado de Pandébano el frío y la lluvia nos reciben de sopetón.
Comenzamos la aproximación hasta la vega de Urriellu a la que llegamos en dos horas completamente calados de arriba a abajo. Rápidamente preparamos el que será nuestro hogar durante el fin de semana, cocemos un buen plato de pasta y nos metemos en el saco con la incertidumbre de saber si mañana podremos o no escalar.
A las 6.30 de la mañana suena el despertador. Desayunamos a muerte sin apartar la mirada de la oeste del Picu que parece que está empapada... preparamos toda la cacharrería y nos acercamos hasta el inicio de la Rabadá. Le metemos al primer largo que se encuentra algo húmedo pero se deja escalar. Cuando nos disponemos a enfilar el segundo... aquí ya cambia la cosa: la pared esta chorreando y no vemos posibilidad alguna de pasar por esa placa aunque sea hasta llegar a un parabolt que se encuentra bastante alto... después de mirarlo y remirarlo, decidimos desistir y nos bajamos. Vuelta al vivac a dejar el material. ¿Qué hacemos ahora todo el día? ¿vamos a la este? la verdad que pasamos de ir a la este, no se trata de subir por subir, queremos hacer la Rabadá íntegra, que es a lo que hemos venido. Después de ojear unos croquis en el refu decidimos ir a Torrecerredo, pico al que ninguno de los dos hemos subido aún, ¡un poquito de montaña al uso no le hace daño a nadie!
Aquí el track de la subida normal al techo de Picos desde el refugio de Urriellu.
Cumbre de Torrecerredo
Entre medio perdernos, despistarnos y pararnos a hablar con unos y con otros, a eso de las 4 de la tarde estamos de vuelta en el vivac, nuestra perdición. Empezamos a beber cervezas como si se fueran a acabar, hablando e intercambiando vivencias con todo el que se nos acercaba: italianos, salmantinos, madrileños, madrileñas (jeje)... ¡¡había hasta gente de Bilbao!!
A eso de las 23.30 de la noche, después de cenar nos metemos bastante tocados en el saco y a las 6.30 vuelve a sonar el despetador. En esta ocasión ya no nos levantamos tan tan rápido como ayer...
Echamos un ojo al Picu y ¡bingo! la pared ha secado bastante de modo que volvemos a intentarlo. Subimos hasta el pie de vía y para nuestra desgracia hay otra cordada ya metida en los primeros metros, de modo que empezamos a escalar a las 9 de la mañana más o menos. Les adelantamos en el segundo largo.
Sobre la vía no hay mucho que añadir que no esté ya relatado en distintos reportajes por la red, tan solo comentar los siguientes puntos que me parecen los más destacables:
Después de pasar en libre por el primer largo, mi intención era forzar también el segundo, pero no sé si fueron las cervezas de ayer, el no haber desayunado o que la pared todavía se encuentra parcialmente mojada, al final acabé sacando todo el artifo que tenía.
Sí que intentamos empalmar todos los largos posibles y en las tiradas más sencillas (la Cicatriz entera, o casi todo el Gran Diedro, por ejemplo) fuimos en ensamble siempre que se podía y las cuerdas no nos rozaban en exceso.
Urko justo antes de la Cicatriz
Sabíamos que la entrada a la Travesía no quedaba muy clara, que existía una flecha tallada en la roca que nos guiaría, pero nosotros no la encontramos. Lo que sí que vimos sin embargo, fue una flecha blanca rayada, de modo que eso también puede servir de ayuda a futuras cordadas.
Yo al inicio de la Travesía (6a+)
Urko finalizándola
La maniobra del rápel la realizamos (muy a pesar de Urko, jeje) rapelando cada uno individualmente y correteando por la pared hasta un puente de roca con un cordino desde el que empezamos el siguiente largo hasta la reu común con la Murciana.
Urko y yo antes del rápel
Yo rapelando
Después de literalmente arrastrarnos en las chimeneas finales del Gran Diedro, hay un sencillo destrepe de III que una vez realizado en unos 160 metros (2 largos a tope de cuerda y uno de 30-35) nos deposita en la misma arista cimera de la cumbre del Picu, a la que llegamos 10 horas después de iniciar la escalada.
Cumbre del Naranjo de Bulnes
Rápidamente recogemos las cuerdas y nos dirigimos a la línea de rápeles de la cara sur, en la que casualmente coincidimos con nuestras amigas madrileñas que acababan de terminar la Cepeda. Bajamos todo lo rápido posible y corriendo por el canal de la Celada hasta el vivac. Desmontamos todo, preparamos las mochilas y corriendo de nuevo hasta el coche al que llegamos con las piernas temblando. Montamos y viaje de vuelta a Bilbo. Llegamos a eso de las 3 de la madrugada, mañana (hoy) es lunes y nos levantamos a las 6... en fin, ¡merece la pena dormir poco!
En conclusión,el fin de semana ha sido de 10; a pesar de no poder escalar el sábado supimos encontrar un buen plan B, por lo que hemos podido combinar un poquito de pateo por el monte con una gran clásica de Picos y del alpinismo en general.
En el refugio y alrededores muy buen rollo con todo el mundo, el sábado por tarde nos echamos buenas risas entre trago y trago.
En contrapartida mencionar que ambas jornadas hemos sido testigos de sendos rescates en las dos cimas a las que justo habíamos subido ese día, no sabemos exactamente que es lo que pasó, pero este fin de semana el helicóptero ha volado más de lo debido, esperamos que todo se haya quedado en un susto.
Como siempre, un croquis del camino seguido, tal y como nosotros hemos subido por la Rabadá-Navarro:
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